Hace poco he
leído el sexto capítulo del libro Comunicar en la Sociedad Red. En él
habla de lo que se decide publicar en los medios de comunicación. Se decide
mediante la intervención de la ideología de las empresas, la publicidad (como
principal fuente de los ingresos), la dependencia de los medios del gobierno,
empresas etc. y por último de la acción de los grupos de presión sobre los
periodistas. Habla también de la desinformación que tenemos hoy en día; los
medios de comunicación están enormemente desarrollados y busca situarnos en
inferioridad frente a ellos. El verdadero objetivo de los medios de
comunicación es luchar unos contra otros para conseguir su "porción de
mentes". Hay muchas maneras de confundir a la sociedad y sobre todo son
eficaces por la credulidad popular, la amnesia colectiva y un mecanismo que
difunde la verdad condimentada con dramatismo, violencia y entretenimiento. Tras
leer este capítulo me vino a la cabeza la conocida historia del hundimiento del
Maine y la prensa americana que se
remonta en la guerra Hispano-Cubana (1895-1898). Lo pensé porque era una
muestra clara de la manipulación de los medios de comunicación. Hagamos un poco
de historia.
La fuerte
crisis política y la pérdida de casi toda la totalidad del Imperio colonial
español provocó que España se quedada con territorios como Filipinas, Cuba y
Puerto Rico. EEUU comenzó a desarrollar una política proteccionista además de
que ayudaría a España a mantener sus colonias caribeñas mientras no se las
cediera a ningún otro estado europeo. Fue en ese momento cuando EEUU hizo
varias ofertas a España para adquirir el territorio de Cuba. Cuba contaba con
un fuerte valor estratégico y económico. Las oferta, una detrás de otra, se
fueron rechazando. Cuba no era solo un territorio más; La Habana tenía un
tráfico comercial comparable con el que producía Barcelona en aquella época. La
situación iba cada vez a más y la prensa tanto de España como de EEUU daban
fuertes impactos en los medios de comunicación que menospreciaban al enemigo.
En América, mediante historias manipuladas o inventadas y en España, que
conocía la estrategia de los Estados Unidos, dibujaban unos hombres
avariciosos. Empezó el barullo.
Periódicos
como New York World de Joseph
Pulitzer y el New York Journal de
William Randolph Hearst eran creadores de noticias sensacionalistas que atraían
al público en la que la veracidad era un tema del que habría que desconfiar. Estos
periódicos promovieron ese ambiente de guerra entre EEUU y España. Es en ese
momento cuando el gobierno estadounidense envió a la Habana una serie de
barcos. El viaje fue más bien una estrategia intimidatoria que pretendía
provocar a España. El 25 de enero de 1898, El Maine entró a la Habana sin haber avisado previamente, lo cual
estaba prohibido. Permaneció allí hasta el 15 de febrero, donde según
investigaciones posteriores, un sobrecalentamiento de la caldera conllevó la
explosión del barco y la muerte de 254 hombres y dos oficiales (de 355). No
hubo tiempo para investigar acerca del suceso, pero la prensa de William
Randolph Hearst publicó al día siguiente de la explosión este titular: "El
barco de guerra Maine partido por la
mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo". No es difícil
entender que los Estados Unidos querían hacer entender que la explosión había
sido provocada por su enemiga: España. La explosión fue causada en realidad por
el propio gobierno de EEUU con el objetivo de tener una excusa para declarar la
guerra a España.
Sin entrar
más en detalles, las portadas de ambos periódicos contra España se fueron
agrandando y ya no solo exigía el gobierno estadounidense la guerra hacia
España, si no que la propia ciudadanía la veía necesaria. Se empezó a denominar
prensa amarilla o amarillista (prensa sensacionalista que incluye titulares de
catástrofes y un gran número de fotografías acerca de accidentes, crímenes…). Al
periódico de Hearst se le culpó de tergiversar y magnificar noticias para
conseguir aumentar el número de ventas y de pagar a los implicados para
conseguir exclusivas. ¿Nos damos cuenta de que la misma situación que pasó hace
más de 100 años está ocurriendo también hoy en día? No somos conscientes del
peligro que tenemos cada vez que encendemos la televisión o leemos el
periódico. Nos dan la información que ellos creen necesaria que tienen que darte,
ni más ni menos, por lo tanto, nosotros no somos individuos que tengamos unos
pensamientos únicos; en nuestra cabeza están los pensamientos que ellos quieren
que tengamos. Hasta que no pongamos una barrera que diferencie nuestra opinión
con la opinión de ellos, no tenemos absolutamente nada que hacer. Hay que
ganarles la partida. Hay que luchar por nuestra "porción de mente".