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viernes, 11 de diciembre de 2015

El Maine y los medios de comunicación



Hace poco he leído el sexto capítulo del libro Comunicar en la Sociedad Red. En él habla de lo que se decide publicar en los medios de comunicación. Se decide mediante la intervención de la ideología de las empresas, la publicidad (como principal fuente de los ingresos), la dependencia de los medios del gobierno, empresas etc. y por último de la acción de los grupos de presión sobre los periodistas. Habla también de la desinformación que tenemos hoy en día; los medios de comunicación están enormemente desarrollados y busca situarnos en inferioridad frente a ellos. El verdadero objetivo de los medios de comunicación es luchar unos contra otros para conseguir su "porción de mentes". Hay muchas maneras de confundir a la sociedad y sobre todo son eficaces por la credulidad popular, la amnesia colectiva y un mecanismo que difunde la verdad condimentada con dramatismo, violencia y entretenimiento. Tras leer este capítulo me vino a la cabeza la conocida historia del hundimiento del Maine y la prensa americana que se remonta en la guerra Hispano-Cubana (1895-1898). Lo pensé porque era una muestra clara de la manipulación de los medios de comunicación. Hagamos un poco de historia.

La fuerte crisis política y la pérdida de casi toda la totalidad del Imperio colonial español provocó que España se quedada con territorios como Filipinas, Cuba y Puerto Rico. EEUU comenzó a desarrollar una política proteccionista además de que ayudaría a España a mantener sus colonias caribeñas mientras no se las cediera a ningún otro estado europeo. Fue en ese momento cuando EEUU hizo varias ofertas a España para adquirir el territorio de Cuba. Cuba contaba con un fuerte valor estratégico y económico. Las oferta, una detrás de otra, se fueron rechazando. Cuba no era solo un territorio más; La Habana tenía un tráfico comercial comparable con el que producía Barcelona en aquella época. La situación iba cada vez a más y la prensa tanto de España como de EEUU daban fuertes impactos en los medios de comunicación que menospreciaban al enemigo. En América, mediante historias manipuladas o inventadas y en España, que conocía la estrategia de los Estados Unidos, dibujaban unos hombres avariciosos. Empezó el barullo.

Periódicos como New York World de Joseph Pulitzer y el New York Journal de William Randolph Hearst eran creadores de noticias sensacionalistas que atraían al público en la que la veracidad era un tema del que habría que desconfiar. Estos periódicos promovieron ese ambiente de guerra entre EEUU y España. Es en ese momento cuando el gobierno estadounidense envió a la Habana una serie de barcos. El viaje fue más bien una estrategia intimidatoria que pretendía provocar a España. El 25 de enero de 1898, El Maine entró a la Habana sin haber avisado previamente, lo cual estaba prohibido. Permaneció allí hasta el 15 de febrero, donde según investigaciones posteriores, un sobrecalentamiento de la caldera conllevó la explosión del barco y la muerte de 254 hombres y dos oficiales (de 355). No hubo tiempo para investigar acerca del suceso, pero la prensa de William Randolph Hearst publicó al día siguiente de la explosión este titular: "El barco de guerra Maine partido por la mitad por un artefacto infernal secreto del enemigo". No es difícil entender que los Estados Unidos querían hacer entender que la explosión había sido provocada por su enemiga: España. La explosión fue causada en realidad por el propio gobierno de EEUU con el objetivo de tener una excusa para declarar la guerra a España.

Sin entrar más en detalles, las portadas de ambos periódicos contra España se fueron agrandando y ya no solo exigía el gobierno estadounidense la guerra hacia España, si no que la propia ciudadanía la veía necesaria. Se empezó a denominar prensa amarilla o amarillista (prensa sensacionalista que incluye titulares de catástrofes y un gran número de fotografías acerca de accidentes, crímenes…). Al periódico de Hearst se le culpó de tergiversar y magnificar noticias para conseguir aumentar el número de ventas y de pagar a los implicados para conseguir exclusivas. ¿Nos damos cuenta de que la misma situación que pasó hace más de 100 años está ocurriendo también hoy en día? No somos conscientes del peligro que tenemos cada vez que encendemos la televisión o leemos el periódico. Nos dan la información que ellos creen necesaria que tienen que darte, ni más ni menos, por lo tanto, nosotros no somos individuos que tengamos unos pensamientos únicos; en nuestra cabeza están los pensamientos que ellos quieren que tengamos. Hasta que no pongamos una barrera que diferencie nuestra opinión con la opinión de ellos, no tenemos absolutamente nada que hacer. Hay que ganarles la partida. Hay que luchar por nuestra "porción de mente".